Escribe: Don Moisés Castillo
Si usted amigo lector se detiene a escuchar algunos programas de radio en las mañanas y las tardes, encontrará las tendencias y posiciones variadas de comunicadores o "periodistas" que arman sus programas como un rosario de quejas, para que, desde el mismo locutor (a) o cuando con preguntas intencionadas incita a que la gente llame a la emisora, deja que los oyentes se explayen y desencadenen su ametralladora de insultos.
En la presentación de sus notas y en sus entrevistas dirigidas está ausente la parte y contraparte para contar con un balance ético y equilibrado del material periodístico que se trata de presentar al oyente o televidente.
Muchos de los "periodistas" llegaron a estas lides por los azares de la vida. Relatan algunos que, tras una experiencia de "di jockeys" o presentadores de canciones en programas de entretenimiento, sus empresarios o directores por "su bonita voz", o contar con mínimos elementos de la entrevista, los echaron a las calles de "reporteros" y ahí descubrieron su talento y se lanzaron al estrellato sin contar mínimamente con una formación académica y profesional que los perfile como tales, sino simples funcionarios empíricos que se ganan la vida con unas cuantas horas de trabajo, haciendo su labor en la esquina de la sede del Gobierno Regional, Alcaldía, la Gobernación, etc.
Curiosamente, es el norte chico de la región Lima donde más se observa esta clase de gente que se auto titila “periodista”. Percy Loarte, es una muestra de la falta de ética en el desarrollo de un oficio que puede contribuir a mejorar la calidad de vida de miles de personas y buscar la justicia social.
Personajes como el antes mencionado, son los que han ayudado a desprestigiar al periodista, sabido es que dicho elemento se caracteriza por comercializar su línea periodística y venderla al mejor postor. Hoy puedes ser el mejor y mañana el peor, dependiendo del aporte económico mensual de la autoridad de turno.
De nosotros depende otorgarla el crédito aquellos prostitutos de la noticia, disfrazados de justicieros. En sus manos, está escupir lo que no sirve, en este caso Percy Loarte y muchos otros más.
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